viernes, 30 de octubre de 2009

HISTORIA DEL CAFÉ




Convencido de que se trataba de un milagro, corrió a un monasterio próximo y, presa de gran emoción, contó su historia al abad, al tiempo que le mostraba unas bayas que había traído en el zurrón. El abad, temiendo que fuera obra del demonio, tiró las bayas al fuego, tras lo cuál un magnífico y exótico aroma se difundió por la estancia.

Convencido entonces de que era obra de Dios, el abad ordenó que los granos fueran inmediatamente rescatados del fuego. A continuación, los mezclaron con agua para que todos los monjes del monasterio pudieran compartir el milagro.
Las tribus nómadas de Abisinia y Arabia, donde el café crece en estado silvestre, lo comían ya antes del siglo X. Habían descubierto las propiedades estimulantes del café.

El fruto maduro de la planta del café se machacaba, se mezclaba con grasas animales y se amasaba en forma de bolas, que llevaban siempre consigo y masticaban de vez en cuando en el transcurso de sus viajes.

Más tarde empezó a tomarse bebido, aunque de modo diferente a como lo tomamos hoy. Las bayas se mezclaban con agua fría y se dejaban reposar antes de beberlo. Los granos no empezaron a molerse hasta fecha más tardía y, al menos hasta el año 1000 d.c., cuando los árabes descubrieron cómo hervir el agua, no empezó a tomarse el café como bebida caliente. La popularidad del café se difundió rápidamente.

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